Me considero realmente afortunada porque nací en una familia que no me quiso menos por ser mujer. Asistí a un colegio donde pude estudiar con hombres y fui a una universidad que me permitió dar mis opiniones. Incluso fui Presidente del Consejo Estudiantil Uniandino, y di paso a más mujeres de tomar este cargo (¡ya van 3 después de mi!).
Como siempre lideré iniciativas y proyectos, en varias ocasiones noté que me iba mejor trabajando con mujeres, porque sentía que los hombres no toleraban recibir instrucciones de una mujer. Me tildaban de mandona. Pero fue hasta hace muy poco que entendí que esta actitud hacía mi venia por un paradigma mental que tenemos como sociedad.
Cuando decidí montar empresa, era claro para mi que quería una empresa con solo mujeres. Siempre he admirado a Crepes & Waffles por priorizarlas pues entendieron que muchas mujeres no pueden acceder a las mismas oportunidades de los hombres. Quise sumarme a ese grupo de empresas que entiende la importancia de equiparar los sueldos a las mujeres que a los hombres.
El tiempo me ha enseñado que se requieren ambos géneros, porque nos complementamos. Y que merecemos igualdad de oportunidades.
“Iguales” no significa “idénticos”. Decir que mujeres y hombres son iguales no significa que no hayan diferencias. Simplemente significa que esas diferencias no deberían traducirse a diferentes beneficios y oportunidades en la sociedad.
Hoy es un día para reflexionar sobre cómo pequeñas acciones, frases y dichos comunes perpetúan estas desigualdades y entender que está en nuestras manos cambiar el mundo que queremos para nuestras hermanas, hijas y nietas.
1 comentario
Excelente reflexión, ¡me encanta!